A las faldas del nevado del Gran Cumbal, a 3.300 metros de altura, habita uno de los grupos indígenas más numerosos de Colombia, Los Pastos. Para llegar, después de aterrizar en Pasto, hacen falta al menos tres horas de camino entre las montañas y a través de valles de la cordillera de los Andes.
Me gustaría que continúen con el oficio, ya que cuando la situación económica es difícil, uno tiene el oficio con que aportar económicamente para el sostenimiento de la familia
Los indígenas Pastos, aunque no hay registros de su lengua originaria perdida en los embates de la conquista, conservan de sus antepasados el amor por la naturaleza, el cuidado de sus páramos y la simbología de su territorio, como el Sol de los Pastos, un petroglifo grabado en la Piedra de los Machines en la vereda Tasmag, donde habita un grupo de mujeres que además de cuidar a sus animales y cultivos, se dedica al tejido en guanga y en telar horizontal.
Para la etnia de los Pastos, tejer es entramar, es cruzar un hilo sobre otro, en una operación que, además de tener un complejo sistema matemático de series, le da un significado contextual a las grafías construidas que representan sus relaciones sociales y culturales.
Una de las mujeres que ha aprendido a plasmar su cultura en el tejido, combinando la actividad artesanal con el cuidado del hogar y los hijos, la cría de cuyes, conejos y vacas y la pequeña agricultura de pan coger es Estela Paguay.
Su mamá desde pequeña le inculcó el amor por el oficio, pero no fue sino hasta mayor que se interesó por continuar con la tradición y ahí estuvo presente la líder comunitaria Blanca Tarapués, su maestra, porque le enseñó el manejo de la guanga.
Teje habitualmente en torno a ella y sus encargos: telas, fajas y telares que utiliza Blanca para confeccionar productos novedosos para la venta en ferias y eventos en los que participa, generándoles a mujeres como Estela un ingreso permanente durante el año.
Tiene 3 hijos, el mayor tiene 25 años y ya es independiente, Verónica tiene 23 y su hija menor tiene 10. Le ha enseñado a tejer a sus hijas porque: “Me gustaría que continúen con el oficio, ya que cuando la situación económica es difícil, uno tiene el oficio con que aportar económicamente para el sostenimiento de la familia”.
Estela y Verónica son beneficiarias de la causa social Naatu de PepsiCo, que en colaboración con la Fundación ACDI/VOCA LA, ha permitido que en esta comunidad florezca un nuevo sentido de pertenencia y apropiación de sus tradiciones a través de los hilos y los telares.
Con este proyecto los miembros de la comunidad han logrado una conjunción nueva. Retornan a sus tradiciones, al tiempo que innovan y crean un futuro mejor, con la esperanza de que a través del trabajo conjunto con los profesionales y diseñadores que los acompañan, puedan convertir su tejeduría, en el medio de vida principal de sus familias, y mostrar al mundo la riqueza de su patrimonio ancestral.
Estela y Verónica soñaban con tener sus propios clientes, y ahora que venden sus tejidos a dos tiendas de Bogotá, están muy motivadas a seguir innovando, “me gusta mucho la aplicación de nuestros tejidos en la línea de mesa de nuestra colección, quiero seguir haciendo nuevos productos que le gusten a la gente para darle trabajo a más mujeres de la zona que saben tejer”.